Memoria

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No, no soy yo...Pero como si lo fuera.

jueves, 25 de octubre de 2007

Las Escuelas (II)

Estado de cuentas de las Obras de las Casas-Vivienda de los Señores Maestros Maestros de Ambasaguas de Curueño en fecha 10 de Diciembre de 1961
Resumen de cuentas de las cuentas de las obras de la escuela: 1ª Fase

Leche en polvo americana

Algo parecido a ésto era.............
Pizarrin
El cuaderno de mi padre.....Está escrito por todos los lados y a plumín





Después de Doña Manuela, vinieron Doña Gloria (Cervera de Pisuerga) y D. Benito Pozurama(Grajal de Campos). La escuela aún no tenia el muro y los recreos eran detrás de la casa de Nieves. A calentarse....¡a casa de la tia Valeriana!. Después Doña Eutimia que no apeapba el frío y las madreñas, y D. Emilio que ya ocuparon las escuelas tal cual se muestran en la foto, y por último Marisa, hasta que fue destinada a Boñar.


Una vez “acomodados” en sus respectivos asientos, cada uno comenzaba con su tarea: los que aún no habían aprendido las primeras letras, haciendo palotes en sus pizarras o libretas, cuando habían aprendido a hacerlos derechos y de un tamaño y separación adecuados comenzaban a dibujar redondeles para después ir intercalándolos con los palotes; los que formaban el siguiente grupo, haciendo muestras de letras o sílabas, que previamente el maestro había escrito en el primer renglón de la primera hoja en blanco de la libreta, empezando por las vocales, siguiendo por la eme, la te y así sucesivamente, otros hacían muestras de frases o de números y los que eran capaces realizaban el cálculo y los problemas que estaban en la pizarra. Mientras cada uno llevaba a cabo, o lo intentaba, su tarea de escritura o cálculo, empezaba a llamarnos uno a uno a su mesa para darnos de leer:—La eme con la a ma, la eme con la e me...


Uno de los más pequeños se empeñaba en llevar la contraria al maestro, cuando éste le preguntaba:


—¿La eme con la a? Él respondía con la toda la sonoridad que el fonema permitía:


—¡Ra! volvía a repetirle la pregunta haciendo hincapié en la letra eme, él, impertérrito, volvía a responder:—¡Ra! seguro que ese pequeño, con el paso del tiempo, terminaría siendo un gran contestatario.


En otra ocasión, le presentó una hoja de la cartilla en la que se veía a un niño pequeño lamiendo un caramelo y bajo el cual estaba la leyenda «nene». A la hora de leerlo, sin inmutarse y ante la impotencia del maestro, repetía silabeando una y otra vez:


—¡La-me! ¡La-me! —el maestro lo mandaba a su sitio diciéndole:


—Usted llegará a dar con la cabeza en un pesebre...“


Allá por los años cincuenta y sesenta la situación económica y social no era tan catastrófica en España como en la década de los 40 pero, pese a todo, no se comía cómo se debía ni cuánto se debía; especialmente cómo se debía. La dieta de los celtíberos aquellos era pobre en determinadas vitaminas y proteínas. En el 53 , y aprovechando que la cosa estaba “calentica” entre el Este ( o sea la Unión Soviética) y el Oeste ( o sea los EEUU ) aunque paradójicamente aquello de estar calentica la cosa se llamó Guerra Fría , pues aprovechando todo esto, el gobierno de entonces decide firmar unos acuerdos militares y económicos con EEUU que en pocos años se iban a traducir en una serie de fenómenos sociales. Y es que pasamos de alimentarnos exclusivamente de productos patrios para empezar a meternos entre pecho y espalda ultramarinos, es decir productos del otro lado del mar océno. Si bien hay que decir que desde hacía años Argentina nos estaba enviando toneladas de alimentos, especialmente cereal y carne. A lo que íbamos...el caso es que se puso de moda el reparto de una leche en polvo ( no hay ni doble sentido, ni coña marinera) entre los escolares a la hora del almuerzo. Para muchos sería su desayuno diario ya que no lo habían hecho antes de ir a la escuela. Para otros, su primer desayuno lácteo ya que si habían desayunado en su casa, habría sido otro alimento, embutido o un trozo de pan con aceite y sal. Lo de la leche y la escuela tenía un relación mañanera y que venía de antiguo. Lo de mañanera....... porque casi seguro que había un reparto de leches por la mañana a aquellos alumnos que, formados en filas marciales no cantaran el Cara al Sol, himno de aquella época y que era de obligada entonación por decreto de la administración .En grandes perolas se calentaba el agua y se le añadía la cantidad de leche que correspondía. Como la leche a palo seco no estaba muy apetecible, los guajes se llevaban de casa envuelto en papel pequeñas cantidades de chocolate en polvo - ColaCao, Phoscao... eran las más conocidas- . A la cola para que te fueran llenando el vaso con la caliente y nutritiva leche en polvo americana, y luego, con su vaso de plástico, humeante, a tomárselo obligatoriamente y a jugar hasta que acabara el recreo . También estaba el queso en lata para la merienda.


¡Ah! Y....¡Que telar!¡Y el rollo de las lombrices ! ¡Que para tratar de sofocar el picor comenzabas a mover las piernas hacia adelante y hacia atrás tratando de que el roce de las nalgas mitigara un poco el sufrimiento que suponía aguantar tal suplicio!. La aparición de estas lombrices se asociaba a la ingesta de garbanzos crudos, práctica habitual entre los niños a falta de golosina mejor.Además de los parásitos intestinales, era bastante común entre la generalidad de los niños, y también entre algunos mayores, la aparición de otras lacras de la salud propias de aquellos años: sabañones, postillas y granos, a estos últimos nosotros los llamábamos en general «pupas». El tipo de alimentación, la higiene personal y del entorno, y otros factores ambientales debían de ser los culpables de la aparición de tales problemas, no graves, de salud entre todos nosotros.Durante el invierno los sabañones en los dedos de los pies, en las manos y en las orejas eran un martirio añadido al frío y a la humedad . Salían y se quitaban por sí solos, no había remedio contra ellos; si sentías frío los sabañones picaban a rabiar y si te ponías calor seguían picando igual o más, el mejor remedio era tratar de olvidarte de que los tenías y así conseguías no pensar en el picor que te producían. Cuando llegaba el calor comenzaban a aparecer las postillas en la cabeza y las pupas, éstas sobre todo en las piernas y brazos, en ambos casos se trataban de granos purulentos que criaban una costra que, como niños que eran, conforme se iba endureciendo las iban levantando con lo que lo único que conseguían era trasladar con sus manos la infección a otra parte y retardar su curación. El tratamiento para estas dolencias eran unas pomadas, supongo que antibióticas, que evitaban su aumento en tamaño y número, cuando el grano tomaba una dimensión poco común tenía que actuar el bisturí del médico y se sajaba, con lo cual les dejaba la cicatriz para toda la vida —otra cicatriz de por vida era la de la vacuna de la viruela—. Un remedio que utilizaban algunos para las postillas era el pelado a rape, en contraste, otro era el uso de algún tipo de tocado para la cabeza, no se sabía cual era mejor remedio. En uno y otro caso las postillas permanecían, con el primero se veían, con el segundo se disimulaba.”...“Además de los castigos corporales estaban aquellos que consistían en la adjudicación de cualquier tipo de adjetivos referidos al reino animal, y otros que suponían un gasto adicional de lápiz o tinta y papel. Éstos eran bastante habituales y con frecuencia eran consecuencia del quebranto de algunas de las normas elementales de comportamiento o actitud inadecuada dentro o fuera de la clase. Para que no se volviese a las andadas el maestro mandaba escribir entre cien y mil veces, dependiendo de la gravedad del hecho, una frase que hacía referencia a la norma transgredida. Muchas de ellas comenzaban con la expresión de arrepentimiento: «No volveré a...», o en sentido positivo recordando lo que eran nuestros deberes: «Los niños debemos...» Llenando hojas y más hojas con la máxima-castigo impuesta por el maestro de forma mecánica sin enterarse, en muchas ocasiones, de lo que se estaba haciendo. Se escribía en escaleras para acabar antes: empezábamos por la primera palabra hasta llegar al último renglón de la hoja, después todos los renglones con la segunda palabra, y así sucesivamente completando la frase escribiendo la tercera, cuarta, quinta, etc, palabra sin prestar atención a las que se habían escrito antes ni a las que venían después, y mucho menos al sentido global de la frase. Estos castigos y otros no sólo eran consecuencia del mal comportamiento, sino que también eran habituales cuando llegaba la hora de corregir los ejercicios o de preguntar las tablas de multiplicar, el catecismo y las lecciones de la enciclopedia Álvarez, o no se presentaban las muestras y copiados con la caligrafía deseada.”...“Las tardes que coincidían con vísperas de alguna conmemoración, todos escuchaban la sucinta explicación del maestro y, aquellos que sabían, hacían un copiado de la lección conmemorativa que venía en la enciclopedia Álvarez y se hacía un dibujo alusivo al tema o se calcaba el de la enciclopedia. A los que no les gustaba el queso se llevaban una rebanada de pan con nata y miel y, al que sus posibilidades se lo permitía, una pastilla de chocolate, del bueno o de algarroba.