Memoria

Memoria
No, no soy yo...Pero como si lo fuera.

martes, 20 de noviembre de 2007

De Comuniones..... Y sus cosas.....

Recordatorio tamaño folio que regalaba el cura en la Primera Comunión
Ambasaguas, 23 de Mayo de 1933
Recordatorio tamaño folio que pone:
RECUERDO DE LA PRIMERA COMUNION
 Iglesia de
Ambasaguas el 4 de Mayo de 1936








Como que yo miro con mal gesto..... creo que no me gustaban la cámara, o sería que no tenía más que nervios y no entendía nada.....

Todos iguales y sin "entorchaos"Los tiempos han cambiado .......

Mira que llevo buscando ¿eh?

Y es que no encontraba yo el origen o la razón por la que los niños se visten de marineritos en su primera comunión, aunque el pueblo sea de secano. Pero he tenido premio a ésta tozudez mía (después me quejo de los brazos) y aquí os dejo resuelto "el misterio" sin tener que recurrir al CSI ni ná. ¡¡¡Telaaaa!!!!

*El traje de los niños

El traje de los niños puede estar formado por camisa y pantalón blancos o por un traje completo en color liso, pero lo más usual es que lleven un traje de corte militar, con pantalón blanco, camisa blanca y blazer azul marino o blanco, con botones y galones dorados en los hombros y a lo largo de las mangas. El color blanco del pantalón y la camisa simboliza la pureza del niño que recibe a Jesucristo por vez primera. Nos hace recordar la limpieza del alma que acaba de ser purificada por el sacramento de la confesión.
El corte militar en el traje de Primera Comunión, simboliza el espíritu de lucha contra las tentaciones que deberá mantener el niño a la largo de su vida para mantenerse fiel a Jesucristo. Los botones y galones dorados simbolizan sus futuros triunfos en las batallas contra el demonio.
Generalmente el blazer tiene un cordón dorado que sale del hombro derecho y se abrocha al botón central de la camisa o del blazer con un crucifijo. Este cordón simboliza su adhesión a la Iglesia de Pedro, su fidelidad al Papa y a las enseñanzas del Magisterio.

*El vestido de las niñas
Las niñas asisten a su primera comunión vestidas con un vestido blanco, largo hasta el tobillo, generalmente está adornado con flores, encajes, listones y tiras bordadas que simbolizan todas las buenas obras que la niña realizará a lo largo de su vida para embellecer aún más su alma.También se acostumbra que las niñas lleven una corona de flores en la cabeza sosteniendo un velo corto.La corona de flores nos recuerda las coronas de rosas que se ponían las primeras mártires de la Iglesia cuando iban a ser devoradas por los leones, simbolizando la alegría de ir al encuentro del Señor.El velo sobre la cabeza simboliza la fe que ilumina la razón y que nos lleva a conocer a Dios, pero de una manera parcial, como a través de un velo. A Dios lo conoceremos directamente, cara a cara hasta que lleguemos al cielo.

La Primera Comunión
El rito de la Primera Comunión es el más destacado de la infancia de esta época.
Las condiciones que había que reunir para hacer la primera Comunión eran tener la edad y saberse el catecismo.La edad se marcaba a partir de los seis- siete años, cuando se suponía que el niño ya tenía ‘uso de razón’, aunque el abanico de posibilidades era relativo amplio, ya que los recordatorios conservados señalan edades comprendidas entre los seis y los doce años.
Habitualmente, los niños recibían la enseñanza del catecismo del párroco, bien en la propia escuela, bien los domingos después de la Misa Mayor. Posteriormente, la catequesis se recibía en la parroquia, impartida por seglares.
El día de la Primera Comunión, los niños debían guardar las normas de ayuno que imponía la Iglesia; desde las doce de la noche del día anterior no se podía comer, lo que ponía en apuros a más de un chiquillo. Al terminar la ceremonia, el sacerdote les entregaba una estampa grande como recuerdo de este día.
El Catecismo debía aprenderse de memoria, tanto preguntas como respuestas y por el mismo orden en que aparecían en el libro. Cada alumno formulaba una pregunta, siempre siguiendo el orden de aparición en el Catecismo, y el siguiente debía responder a ésta sin titubear y formular la pregunta siguiente y así sucesivamente .Si se tenía algún hermano o hermana de edad similar, se podía retrasar, previo consentimiento por parte del sacerdote, la comunión del primero. De esta forma, ambos hermanos recibirían la comunión el mismo día.
Se hacían ensayos sobre cómo llevar a cabo una confesión, una comunión, etc. y una y otra vez se montaba el escenario a fin de que en la misa del día señalado nadie cometiera ni el más ligero fallo ni la menor imprudencia. Además, cada niño debía aprender un verso compuesto por el mismo sacerdote. Estos versos siempre hacían alusión al nombre y apellidos del comulgante y eran recitados en la iglesia tras haber acabado el rezo del rosario. No sólo el día de la primera comunión se recitaban estos versos. Todos los años, durante el mes de mayo, cada uno de los escolares debía aprender su poesía y recitarla el día señalado. Generalmente se recitaban dos diariamente: una por parte de un niño y la segunda a cargo de una niña que, con ramos de flores en la mano y moviendo la mano derecha para dar un toque de dramatismo a su declamación, subían al altar y, de cara al público, pasaban un buen rato de nerviosismo.
Fotografías de la época reflejan la diferenciación de clases, porque no todos podían vestir de manera especial. Con el tiempo, el vestido blanco con velo y corona para las niñas y el uniforme para los niños se imponen. Era costumbre llevar el crucifijo o una medalla colgados del cuello, el librito de hueso o nácar, el rosario, un lazo de seda bordado en un brazo los niños y la ‘bolsa limosnera’ las niñas (ésta servía para guardar el dinero recibido como regalo).
Los comulgantes repartían los recordatorios entre familiares y amigos. Apenas había celebración familiar, ya que los comulgantes salían a pedir y con lo que les daban preparaban juntos, niños y niñas, una merienda. Más tarde se celebraba en casa una comida típica de los días de fiesta.
La víspera de tan señalado día las mujeres fregaban la iglesia y adornaban los altares con flores. Colocaban reclinatorios cubiertos por sábanas blancas en la nave central, donde debían permanecer arrodillados los comulgantes durante toda la ceremonia.
Al día siguiente la madre madrugaba sobremanera para vestir y asear a sus vástagos y, en especial, a aquel que iba a recibir la comunión por primera vez. Las niñas eran mortificadas por el deseo de la madre de rizar su caballo con tenacillas de hierro puestas al fuego o de cubrir su cabeza con canutillos de cartón para hacerles los tirabuzones. Una vez vestido, nadie podía sentarse para evitar llegar a la iglesia con la ropa arrugada.
Llegados a la iglesia, las niñas, con sus vestidos blancos, se arrodillaban en los reclinatorios de la derecha, haciéndolo los niños en los de la izquierda.
En las procesiónes a lo largo de todo el pueblo, los comulgantes, junto con el sacerdote, iban detrás de estandartes e imágenes, y las niñas llevaban unas cestillas forradas en las que se recogían pétalos de rosas que eran esparcidos por el suelo a lo largo de la procesión.

¡Ah! Y la tradicional medalla (que antiguamente se suponía que otorgaba protección al niño y debía utilizarse la misma que en el bautizo). Los detalles del atuendo se han ido modificando con los años, algunos de ellos incluso han desaparecido como los guantes, el velo o el limosnero.En la vestimenta es, quizás, donde se pueden apreciar en mayor grado estos cambios. Todos conocemos el traje de marinero, pero poca gente sabe que antes había la opción de llevar el de cualquier rango militar, el traje de calle o un hábito, aunque este último atuendo es ya más conocido.Otra cosa muy curiosa y que hoy no se mantiene (menos mal....), es el vestido de ángel que podían llevar los niños que actuaban como acompañantes del que hacía la Primera Comunión, o aquéllos que comulgaban por vez primera a una edad muy temprana.Por otro lado, a pesar de que pueda resultar bastante macabro en nuestros días, el traje de mortaja se utilizaba cuando el niño o niña había estado a punto de morir o se encontraba enfermo.
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La verdad......... Al fin y al cabo....... con esa edad yo creo que lo único que importaba era el vestido y si te regalaban algo......Los regalos eran poquita cosa, desde luego, algún libro de cuentos, un álbum todo cursi para pegar las fotos de ese día, algún dinerillo, que en mi caso no se a lo que llegó. Para que os hagáis idea, con cien pesetas te podías comprar cien polos de los de chupar, doscientas canicas, veinte trompos, veinte láminas de muñecas recortables, cien cromos de los que se ganaban o perdían, treinta y tres sobres de cromos para el álbum, veinte sobres de "gichos" como poco ...Además, nos vestíamos casi como las novias. Yo creo que el vestido era lo que más ilusión nos hacía. Casi me amarga el día una mancha que me cayó , por que yo era muy "tarasca", así que me dejaron en conjunto monísimo de braga y camiseta de ganchillo con lazo rosa hasta la hora de la procesión.
Había cosas que no entendíamos muy bien. Por ejemplo, lo de los pecados. Los había mortales y veniales, según fueran de gordos, y había que contarle al sacerdote los que tú habías cometido para poder hacer la Primera Comunión. También había unos que se llamaban capitales, pero esos no nos los explicaban porque había palabras que no entendíamos, como gula o lujuria, y por lo visto los niños no podíamos cometerlos. Podíamos cometer veniales, sí, como llegar tarde a misa o robarle un caramelo al hermano; y creo que mortales también, porque era mortal tomar el nombre de Dios en vano y eso era decir palabrotas, que mis primos decían todo el rato. Y también podías deshonrar a tu padre y a tu madre si te portabas mal delante de las visitas; y podías decir mentiras y hurtar, que era lo mismo que robar, pero más grave el asunto. Y faltar a toda la misa, porque entonces no santificabas las fiestas; y después cosas raras que no nos querían explicar pero que en los diez mandamientos venían, como desear la mujer del prójimo y cometer actos impuros.
Y las cosas malas que habías hecho se las contabas a D. Lucio el día antes y después tenías que tener mucho cuidado de no decir palabras feas ¡ni siquiera oírlas! antes de hacer la comunión porque entonces ya no podías........ porque estabas otra vez en pecado y si comulgabas en pecado cometías sacrilegio y eso sí que era un pecado más gordo todavía.
Y ¡ojito! que tampoco podías desayunar porque también había que estar limpio por dentro para recibir al Señor, pero beber agua sí podías. De todos modos eso no nos importaba porque después de la Primera Comunión venía la fiesta, con un montón de cosas ricas ......y tarta........ y dulces que ya ni probabas del" palizón" que tenías encima. Iba muchísima gente, que recuerdo yo que en mi Comunión había por lo menos treinta personas, y cocinaba Flora . Además.....estaba mi hermano aguantándome......
¡Cielos! ¡Que trago! Los nervios que pasé......