Memoria

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No, no soy yo...Pero como si lo fuera.

martes, 20 de noviembre de 2007

.....De Bodas y curiosidades sobre ellas......

Mis abuelos, Marcial y Lina
Eugenio y Quiteria

Adonis y Mari Luz
Mis tios, Tere y Leoncio



Elena

Abilio y Trini
En apenas un siglo se han perdido todas las tradiciones del noviazgo. Los tiempos discurren demasiado rápidamente y las mutaciones sociales mucho más rápidas aún. Era tradicional de finales del siglo XIX y duró hasta mediados del XX que las jovencitas fueran estrechamente tuteladas por sus familias durante el noviazgo. Algo parecido ocurría en toda Europa Occidental. En algunos pueblos franceses se creía hasta la Primera Guerra Mundial que una jovencita, por el mero hecho de estar a solas con un varón, ya estaba deshonrada para toda la vida a menos que se casara con él y aunque jamás hubiera mantenido relaciones sexuales con él. Por eso mismo puede inferirse que en España las cosas no iban mucho mejor.Casas dice textualmente: “Hasta que se les reconocía oficialmente sus relaciones, los novios pasaban más fatigas que Hércules”. Era de buen tono que las chicas no salieran de casa sino acompañadas por una carabina vocacional que imposibilitaba cualquier coqueteo con el otro sexo. Y eso hasta el reconocimiento oficial del noviazgo y la petición de mano; algo que sólo ocurría tras un dilatado noviazgo. Pero hoy las chicas están emancipadas, se mueven solas en la calle y en su tiempo de ocio, lo que no está tan claro es si esta nueva situación ha redundado en beneficio del noviazgo o bien lo ha hecho trizas. Por que hoy los noviazgos están alterados, no cumplen su función preparatoria para el matrimonio y apenas están sometidos a rituales. No está de mas repasar lo que fueron para advertir como deberían ser.¿Dónde se inicia el noviazgo? Había pocas ocasiones en las que chicos y chicas pudieran conocerse para iniciar un noviazgo. La coeducación no existía, incluso se paseaba por aceras diferentes, la mujer no trabajaba fuera del hogar. Así pues los matrimonios o estaban concertados por las familias o bien los noviazgos se fraguaban con una subrepticia mirada el domingo en la Iglesia o en el paseo, o cuando una familia visitaba a otra acompañado por sus hijos e hijas; entonces se producía el fatal primer contacto visual entre los jóvenes que estaba en el origen de un enamoramiento que debería discurrir a distancia y en silencio en sus primeras fases. La mirada ocupaba el lugar de cualquier otro sentido y actitud. Las miradas lo decían todo y particularmente las de los varones que se comían a las hembras con los ojos. Estas se sofocaban al sentirse observadas, cambiaban la vista, la piel de las mejillas enrojecía. Esta púdica actitud contrastaba con la de las carabinas que, si advertían el barrido visual del machito, montaban en cólera y, muy frecuentemente, lo despachaban a cajas destempladas. Pero la mirada, ocasionalmente podía ser respondida por otra de deseo. En ese caso el varón la seguía hasta su hogar y se apostaba en la cera de enfrente hasta que ella le correspondía desde el balcón o del quicio de la ventana con una sonrisa o un gesto. El amor clandestino comenzaba a partir de ese momento. La primera fase consistía en “pelar la pava” que junto con el “hacer el oso” eran características del inicio de los noviazgos a principios del siglo XX. ¿Pelar la pava? Apenas el galanteo en sus primeros pasos, realizada mediante la conversación mantenida a uno y otro lado de la reja. ¿Hacer el oso? Esperar interminablemente en plantón permanente a la amada en la calle, con frío, viento o sol. El aspirante a novio realizaba un papelón ridículo y solía ser objeto de burlas y comentarios crueles.La mirada, en una segunda fase era sustituida por el lenguaje gestual cuando la distancia impedía el contacto. Un hispanista germano, Frachkampf, dedicó una curiosa obra a describir este tema: “El lenguaje español de los gestos”. Gracias al tudesco sabemos que los aspirantes a novios se comunicaban mediante chasquidos de los dedos que deletreaban un alfabeto propio. El abanico era el instrumento más empleado por las mujeres en el arte del lenguaje gestual. Dependía de cómo se manejara ese abanico, que el amante sabía a qué atenerse. Taparse el rostro por debajo de los ojos indicaba deseo, agitarlo frenéticamente o cerrarlo con brusquedad indicaba que la carabina estaba cerca. Cuando se le cerraba y se apoyaba contra los labios como ocultando una sonrisa, el gesto indicaba aceptación. Las flores tenían también su significado particular y eran utilizadas por ambos sexos. Un alhelí prendido en el sombrero de un varón era una imprecación a la dama para que no lo olvidara. El tulipán enarbolado por el hombre equivalía a una declaración de amor cuando lo largaba a su dama. La dama que aceptaba el reto del amor se ornaba con margaritas blancas en la cabeza. Y ella decía el “yo te amo” colocándose rosas blancas.Luego, tras la mirada y el gesto, viene el verbo. En la Andalucía de no hace mucho “pedir conversación” equivalía a iniciar una relación. Y aquí el varón se la jugaba por que debía mostrar ingenio, educación, capacidad para el diálogo y ciertas dosis de sabiduría. Se trataba de que la muchacha se divirtiera primero, comprobase la calidad intelectual de la otra parte y conociera finalmente los rasgos dominantes de la personalidad del cortejador. Frecuentemente la conversación tenía lugar a través de la reja que pasaba a ser el confesionario del amor. Cualquier contacto físico, un simple roce de manos, se excluía. En Galicia los novios se intercambiaban confidencias a la puerta del caserío. Esto se producía dos veces a la semana y los jóvenes llamaban al rito “ir de tuna”. Ir de tuna equivalía a ser un tunante. Y un tunante no era de fiar. En Asturias las chicas se reunían para hilar; los mozos acudían los sábados y entablaban conversación con ellas pero se excluía el palique en pareja, eran dos bloques, hombres y mujeres, que realizaban justas.Era frecuente que una sola moza fuera cortejada por varios varones. En esos casos, como en Baleares, pero no sólo allí, los aspirantes al noviazgo eran citados el mismo día a la misma hora en casa de ella. Al llegar se les concentraba en la cocina y allí esperaban su turno. Mientras hablaban entre ellos, la chica tenía una breve conversación con cada uno de los mozos ante la presencia de la madre y terminaba eligiendo a uno. Con cierta frecuencia los no elegidos aceptaran mal la elección y surgieran pequeñas o no tan pequeñas trifulcas al concluir la velada.En Ibiza se realizaba el mismo ritual solo que en un banco exterior a la casa, pero es imprescindible que esté cubierto por una manta doblada. En otras regiones todavía se dan más variantes.La escritura es el otro vehículo del amor. Las cartas que cruzan los amantes, inflamadas de pasión, henchidas de ingenio o bien desbordando cursiladas, entregadas por correos o por cómplices de uno o de otro o de ambos, tras ser leídas son guardadas juntas, una sobre otra, dispuestas para ser leídas y releídas como si los amantes recargaran la fuerza de su amor. Antes, cuando el analfabetismo era lacerante en nuestra sociedad, las cartas se confiaban a escribientes que, como abogados o confesores, mantenían siempre el secreto de su oficio. Tico Medina cuenta que en México conoció a uno de estos escribientes. Adornaba las cartas con lagrimillas que reunían para él viejas plañideras. Llevaba consigo el preciado líquido y preguntaba primero al amante si la carta debía ser “con lágrima o sin lágrima”. Si era con lágrima, la pregunta siguiente era “¿de llanto o artificial?”. Si era artificial -y por ende más barata- rociaba el papel recién escrito con unas cuantas gotas, pero nada que ver con la textura que lograba la lágrima viva retenida en el correspondiente frasquito que, inmediatamente, hacía que la tinta se corriera, pero no hasta el extremo de volver ilegible el mensaje como solía ocurrir con la lágrima falsa. En fin, toda una técnica. Hoy de todo esto no queda ni el recuerdo. Los novios se conocen por Internet, mantienen largos intercambios de E-mail plagados de abreviaturas y convencionalismos que excluyen por definición cualquier evocación amorosa. Pero es el signo de los tiempos.Con todo, cuando hay amor sobra todo lo demás, incluida la palabra. No es raro que los grandes amores fragüen en el silencio más soterrado y hermético. Pero no todos están dispuestos al silencio como vehículo del amor. Los hay que no conciben la aproximación a la hembra sin el recurso al piropeo.

© Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es


Tradiciones y supersticiones
Muchas son las tradiciones que indicaban lo que se debía hacer en cada etapa de una boda, desde su organización, la vestimenta y el festejo hasta la luna de miel.
Las supersticiones que rodeaban a la celebración de un matrimonio tenían los más diversos orígenes y fundamentos. Aunque las personas escépticas se negaban a obedecerlas, la mayoría de las personas (especialmente en la Edad Media, o en países subdesarrollados en la actualidad) las acataban por miedo a retar al destino.
Las supersticiones incluían algunas fórmulas mágicas para llamar a la buena suerte y contraer matrimonio.

La ropa en la boda

El siglo XlX se despide con vestidos serios y oscuros para dar paso al vestido de novia largo y nada escotado de los años 1900, de color blanco, no como un símbolo de pureza e inocencia, sino en señal de riqueza y opulencia.
Es a partir de 1910 cuando el largo de las faldas disminuye y abundan los trajes oscuros completados con velos y mantillas, también negros. Tres lustros después, con la llegada de "los años locos", las novias apuestan por vestidos de líneas lánguidas que se ajustan al cuerpo. Los vestidos, más cortos, se adornan con grandes velos recogidos a en la cabeza con una especie de casquete.

La I Guerra Mundial pone austeridad a los vestidos de novia. El traje sastre o los vestidos de dos piezas son el atuendo de las novias que complementan la el modelo con ramos y tocados de flores imitadas en tela. El vestido negro de las novias ha sido interpretado de varias maneras; una de ellas, señala que las contrayentes llevaban luto y que una forma de aliviarlo para el festejo eran las pequeñas flores y el tul blancos que vemos en las imágenes. Otra, la más fracuente, nos dice que casarse de negro estuvo muy de moda en la primera década del siglo XX.De todos modos, varias donantes al Museo de trajes de novia negros dejaron en claro, que no provenían de casamientos de luto.Abundan los trajes oscuros completados con velos y mantillas, también negros

La auténtica revolución en la moda nupcial la marca el diseñador francés Crhistian Dior, Gracias a él, los vestidos de los años 50 pasan por modificaciones drásticas. Las faldas aún más largas y amplias de lo común están pensadas para hacer una mujer más femenina y es ya en los 60 cuando proliferan las largas colas en los vestidos, siempre blancos.
La década de los años 70, el tiempo del amor libre y de la revolución sexual, aporta a las novias de un estilo casi infantil. Los trajes son con botones y los escotes cambian por los cuellos Peter Pan. Aparecen las mangas, largas o cortas, rematadas en puños, y los variados ramos de flores y velos cortos.
Es a partir de ésta época cuando los vestidos vuelven a ser muy elaborados y los diseñadores de moda dejan volar su creatividad y las pasarelas se llenan de trajes glamurosos. Hoy los diseñadores se alimentan de esa historia. Se inspiran con lo más clásico y también con las tendencias más vanguardistas para presentar a las futuras esposas con un sinfín de posibilidades y sugerencias.


Boda de principios del s. XX
El novio y la novia se ponían una moneda en sus respectivos zapatos para atraer la buena fortuna. Sin embargo, según las creencias hindúes, existe un lugar en el infierno reservado a quien ultraja de esa manera a Lakshmi, la diosa de la fortuna (representada por las monedas).
El novio no debía ver a la novia ni a su vestido antes de la ceremonia. Se creía que si el novio veía a la novia con su traje nupcial el matrimonio sería una pesadilla, así que si el novio sabía que la novia andaba cerca, trataba de cubrirse los ojos para no verla.
La novia debía vigilar que en el momento de la boda el novio llevara la corbata correctamente puesta, ya que si la llevaba torcida significaba que le sería infiel.

El color del vestido de novia

El color del vestido de novia representa una tradición:
el blanco se asocia a la virginidad y la inocencia;
el amarillo —que es común en muchos países como Estados Unidos e Inglaterra— se identifica con el dios del amor y la abundancia.
el caqui - es para las que ya no son puras

El tocado
La tradición de que la novia utilice tocado el día de su boda viene porque en la antigüedad se acostumbraba que las mujeres llevaran una guirnalda de flores (que simbolizaba la virginidad)

El velo
Originalmente, la novia usaba el velo como símbolo de juventud y virginidad. Las novias católicas lo utilizan como símbolo de pureza. Debido a esto, en ocasiones la novia lo elige de dos capas, para llegar al altar velada y que el novio la devele cuando le es entregada por su padre.

Color del velo
En la cultura occidental es una costumbre que el velo de la novia y el vestido sean blancos, pero esto no siempre ha sido así. En algunos lugares se han utilizado para el velo, los colores amarillo, azul y negro en honor a algunas personas o dioses:
Amarillo: himen intacto.
Azul: la Virgen María
Negro: Mahoma.

El pañuelo de la novia
Antiguamente los granjeros europeos creían que las lágrimas en una boda representaban buena suerte y que haría que lloviera en abundancia sobre los campos. Años más tarde se mantenía la creencia de que si la novia lloraba en día de su casamiento no volvería a hacerlo durante toda su vida.

El ramo
Las flores representan emociones y mérito; conllevan un mensaje de fertilidad, florecimiento y generosidad. La superstición dice que la afortunada que atrapa el ramo de la novia tendrá suerte y será la próxima en casarse.

Curso Prematrimonial
Para matrimonios católicos muchas veces es requisito participar en un curso matrimonial.
Estos cursos son guiados por sacerdotes católicos y parejas de esposos que colaboran como voluntarios orientando a los novios - a través de un encuentro en un fin de semana- evaluando la relación de los novios frente al matrimonio y a los compromisos y responsabilidades que adquirirán al casarse y formar su nueva vida matrimonial y familiar.

Fechas de casamiento

Polonia, 1936
En la Edad Media las novias trataban de casarse la noche de la luna llena porque creían que serían bendecidas con fertilidad y abundancia económica.
Los lunes eran considerados días buenos para casarse, porque desde la Europa prerromana el lunes era el día de la Luna, la diosa madre. Esa tradición luego la tomarían los romanos.
El refrán "en martes no te cases ni te embarques" proviene de la Antigua Roma. Marte era el dios de la guerra, por lo que los romanos pensaban que el martes (el día dedicado a ese dios) era un día propicio para desgracias, catástrofes y sangre. Entonces, para tener una convivencia pacífica se prohibió viajar y casarse un día martes.
El viernes era el día consagrado a Venus, la diosa de la belleza y el amor. Ella se encargaría de que el cariño de los novios fuera duradero.
El domingo era un día bendito en la Europa prerromana, pues era el día consagrado al dios Sol. Los romanoslo llamaron domínicum, por dómine 'dominador', dios). Se suponía que el dios Sol derramaría salud, alegría y abundancia sobre los esposos.
No había que casarse en enero (época de muchísimo frío y carestía en Europa) ya que tendrían escasez económica todo el resto de su vida. Esta superstición se basa en la creencia de que la época en que se genera un proyecto influye en su desarrollo.


Probablemente desde la Edad Media, en cada aniversario de boda se acostumbra a obsequiar un regalo de cierto material:
Estaba prohibido regalar perlas a una novia, ya que representaban llanto en el matrimonio. Y exhibir perlas el día de la boda era señal de mala suerte, ya que las perlas se parecían a las lágrimas, por lo que la gente creía que la novia lloraría durante todo su matrimonio.
En cambio regalar diamantes, por su pureza y dureza, daba buena suerte.

Regalos en el aniversario de bodas
No se sabe cuándo se adoptó la tradición de hacer regalos a los casados de acuerdo con una lista que indicaba los materiales de las piezas a regalar cada año. Se entiende que esa lista fue creada como un detalle de practicidad, ya que así era muy simple comprar un objeto, ya que sólo se debía mirar la lista y contar los aniversarios de matrimonio.

Costumbres
"Algo viejo, algo nuevo, algo prestado o usado y algo azul". En la supersticiosa Edad Media se decía que en la boda era de buena suerte usar:
algo viejo, que simbolizara la conexión de la novia con su pasado y representaba la continuidad de su matrimonio. Solía ser alguna joya de la familia.
algo prestado, que se refería a la creencia de que la felicidad se podía atraer usando algo de una amiga que fuera feliz. Lo prestado simbolizaba la amistad, el obtener la felicidad por préstamo. Solía ser una joya o simplemente un pañuelo...
algo nuevo (porque producía esperanza por un futuro óptimo) y
algo azul (ya que ese color representaba la fidelidad de los contrayentes). Solía ser la liga en la pierna de la novia.


Si un soltero o una soltera le pisaban involuntariamente la cola a un gato, tenían que escupir inmediatamente en el piso. Si no lo hacían, no se casarían.
Si alguien al barrer tocaba los pies de una mujer con la escoba (lo que se denominaba "barrer los pies"), le robaba la buena fortuna, por lo que la gente creía que no se casaría, o que lo haría cuando ya estuviera muy vieja y no pudiera tener hijos (lo cual se consideraba la peor maldición imaginable, ya que la razón de ser de la mujer era tener muchos hijos).
Si una mujer soñaba que se estaba casando y se veía vestida de novia, significa que moriría ese mismo día, porque en sueños se había casado con Dios.
Cuando se caían al mismo tiempo un tenedor y un cuchillo, significa que pronto habrá una boda en la casa. (Probablemente eso se basaba en el embobamiento propio de un novio o una novia que no han revelado su nueva relación a sus padres.)
La novia que comía directamente de las ollas o cazuelas mientras cocinaba, era maldecida con lluvia el día de su boda (lo cual evidentemente era considerado una maldición).
Si la novia no quería que lloviera en su boda le debía rezar a Santa Clara. Y si de todos modos llovía, habían inventado una bendición alternativa: la mujer tendría muchos hijos (lo cual en épocas pretéritas era considerado una bendición).
En pueblos supersticiosos de la Edad Media(o en la familia real inglesa actual), aunque la pareja ya viviera junta, la noche antes de la boda debían pasarla cada uno en su casa o en casa de sus respectivos padres.
Para que las amigas se casaran (lo cual era considerado la mejor suerte de todas), la novia realizaba un encantamiento: el día de la ceremonia escribía sus nombres en un papel y lo guardaba dentro de su zapato derecho para que entraran con ella al altar.
Desde tiempos remotos, para alejar a los malos espíritus era costumbre hacer ruidos fortísimos (por ejemplo en China hacían explotar bombas de estruendo). Esa costumbre se mantiene en Occidente, en que en países donde las supersticiones se mantienen, los novios hacen sonar la bocina de su automóvil y hacen mucho ruido.
El tirar arroz (u otros granos) después de la ceremonia de la iglesia representaba la semilla, la descendencia.
La alfombra roja que se coloca en la iglesia a la entrada del cortejo, representa honor y respeto. Los pétalos que los pajes avientan abriéndole camino a la novia, simbolizan un futuro dulce y pleno.

Origen de la marcha nupcial
El autor fue Felix Mendelssohn y la obra forma parte de Sueño de una noche de verano (Midsummer Night´s Dream), escrita en 1826, aunque la parte que corresponde a la Marcha Nupcial, se estrenó hasta 1991.
La tradición de tocar la marcha nupcial comenzó con la boda de la princesa Victoria de Inglaterra con el príncipe Federico Guillermo de Prusia. Victoria, gran aficionada a la música, eligió ella misma las dos marchas que iban a sonar en su boda: la Marcha Nupcial de Mendelssohn y la ópera Lohengrin de Wagner. Desde entonces, esta tradición se ha convertido en una de las más seguidas.
También puede ser utilizada como marcha nupcial la compuesta por Mozart, que aparece en su ópera Le nozze di Figaro. Aunque es muy poco frecuente, muchos novios la prefieren para su celebración debido al caracter más alegre de su melodía. Por otra parte, el propio hecho de que ésta sea menos frecuente es un aliciente que atrae a no pocas parejas.

La primera despedida de soltero
La historia cuenta que en Alemania un hombre sin fortuna se enamoró de una doncella, pero el padre de ésta prohibió la relación y se negó a dotarla. Entonces los amigos de la pareja se unieron para regalarles todo lo que necesitaban para hacerse una casa. De ahí la costumbre de llevar presentes a la despedida de soltero.

La Tarta nupcial

De todo el banquete, en todos los tiempos, lo más tradicional y celebrado ha sido la tarta nupcial. La costumbre, al parecer, comenzó en la antigua Roma; después de la boda se abriría un pan encima de la cabeza de la novia simbolizando fertilidad y larga vida. Sin embargo, en aquel tiempo, la tarta no era un pastel dulce como los actuales, sino apenas una torta plana, hecha de harina, sal y agua. Los invitados consideraban que las migas caídas en esta ceremonia aportaban buena suerte así que las recogían del suelo y se las comían. La tradición evolucionó en Inglaterra durante el Medievo: los invitados traían pequeñas tartas y las amontonaban. Estas tortas, como las romanas también eran planas y redondas, pero incorporaban frutas y nueces, símbolos de la fertilidad. El novio y la novia las besaban, luego se les añadía una capa de azúcar glasé y se repartían a los invitados. Evidentemente, el aspecto de las actuales tartas de boda derivan de esta costumbre inglesa. Las antiguas montañas de tartas ingleses frecuentemente se desmoronaban alcanzada cierta altura, lo que aconsejó hacia mediados del siglo XVII, cambiar las tartas por la de un pastel gigante. En España las tradiciones a este respecto fueron diferentes. En algunas zonas de Castilla, la torta que celebraba la boda no era de la que se compraba en el mercado sino la realizada con harina procedente de las dos casas de los novios. La torta era elaborada por las muchachas de ambas familias unos días antes de la celebración. Y mientras la elaboraban lanzaban bendiciones de felicidad, descendencia y salud para los novios. En algunos de estas tortas –que frecuentemente eran panes aderezados con frutos secos- se colocaba –como en Galicia- un huevo, símbolo de la fertilidad.
Cuando no existía facilidad para encargar las invitaciones de boda, de la masa formada para realizar el pastel de bodas, se apartaba lo suficiente para hacer un pan que la madre de la novia o la novia misma iban repartiendo casa por casa. Se consideraba a estos fragmentos como verdaderas invitaciones al convite. En Añora, cuando se recibían estos fragmentos de pan, los invitados estaban obligados a llevar una gallina y una docena de huevos certificando que acudiría a la boda. Si solamente remitía los huevos, quedaba implícito que agradecía la invitación, pero la declinaba. Otras costumbres españolas muy extendidas hasta principios del siglo XX hacían que el pan fuera repartido por el cura durante la misa de desposorios. La costumbre alcanzó particular relieve en la mitad norte de la Península y especialmente en Cataluña. En otras zonas, en la misma época, el pan de bodas se repartía durante el convite y la capacidad adquisitiva de los novios y de sus familias se medía por la cantidad de pan que eran capaces de dar a sus invitados. En León este reparto se acompañaba con alguna cancioncilla tradicional y en Mondoñedo los cantes eran improvisados. Estamos hablando de una torta o de un pan, no de las tartas lujosas y medidas con altímetro de nuestros días. Los novios son como los niños: cualquier alimento puede satisfacerlos en ese día, incluso el más modesto pan. No en vano en la mayoría de pueblos de nuestra tierra, un último corrusco de pan de aquel día memorable les acompañaba durante toda su vida. Era, no solo el deseo de que nunca faltara nada en el hogar, sino el tributo al día más feliz de su vida en común.